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ABUNDANTES RESTOS HUMANOS EN UNA CUEVA
Un hallazgo,por demás curioso, interesante y, si cabe, misterioso, se sucedió
por Marzo -1858. El descubrimiento de unos restos humanos por las cercanías de Santo Domingo.Fue tema de mil comentarios y
de raras apreciaciones.
A mera casualidad se debió el descubrimiento de una gran cantidad de huesos
humanos pertenecientes á treinta ó cuarenta cadáveres,lo menos,hacinados en una
cueva situadas en terrenos del potrero Casimbas,de la propiedad de Don Pedro
Nolasco Abreu, partido de Santo Domingo y cuartón de Yabú.
Habiendo visto el mayoral del indicado potrero levantarse varias auras,y sospechando
pudiese haberse muerto algún animal, se dirigió hacia la cueva llamada Siguapa, donde halló algunos nidos y huevos de aquellas
aves carnivoras .Registró con más proligidad y fue descubriendo un gran montón de huesos hacinados.Viendo que eran de seres
humanos, lo puso inmediatamente en conocimiento de la autoridad local, la cual pasó, acompañada de facultativos y de testigos al reconocimiento
de aquel raro hallazgo.
De
su actuación resultó que los huesos estaban colocados unos sobre otros en el
fondo de la cueva; que entre ellos llegaron a contarse 513 muelas; y que según del Lcdo.D. José Chamorro, facultativo del
reconocimiento,pudieron pertenecer como a treinta cadáveres que contarían más de cuarenta años de hallarse en aquel punto.De la declaración de antiguos vecinos resultó
no haber sido nunca aquel punto destinado a cementerio, ni tener la menor noticia de suceso ni ocurrencia alguna que pudiese
motivar aquella reunión de despojos humanos.
Su origen en nuestro concepto puede atribuirse a una de las tres causas siguientes:
-Primera,
a sepulcro de indígenas
-Segunda,
a depósito de cadáveres de asesinados
-Tercera,
a centro de algún palenque de negros cimarrones.
Lo
primero parece convenir por ser aquella una montaña llena de cuevas; pero tropieza con el inconveniente del corto tiempo de 40 años que atribuyeron a los huesos encontrados, los facultativos que los reconocieron.
Lo
Segundo no se explica porque en aquella
época no se dijo, ni hay noticia de que existiese por allí ninguna banda de foragidos que asesinase a tanto número. La última suposición pues parece la más probable.Las lomas y sus cuevas convidaban a un palenque .Los negros
huídos de la parte occidental de la Isla, si no la única, a lo menos la más poblada de aquella raza, seguía en su fuga rumbo al oriente, porque existía entre
ellos la creencia de que hacia allí
encontrarían su país.Nada extraño fuera pues que refugiados en las cuevas de aquellas lomas, hubiesen ido pereciendo y formando
el montón de huesos que da lugar a estas conjeturas.
No es de echarse tampoco al oído la reflexión de un antiguo vecino y conocedor de aquellos terrenos.Según su informe
no distaba mucho la cueva a que nos referimos, del que por la época marcada de
40 o más años era camino central de la Isla, o al menos por el que se viajaba con frecuencia a tierra adentro.
Sabido
es que careciéndose entonces de vapores, ferrocarriles y demás vías de comunicación, que el notable progreso del siglo, puso
a nuestra elección y comodidad,
se cruzaban por aquel camino los comerciantes de ganados, los litigantes, y una infinidad de viajeros, que bien pudieron
desaparecer paulativamente bajo el puñal del asesino en asecho, y ocupar un puesto en la cueva Siguapa, sin que su falta alarmase ni llamase notablemente la
atención; tanto por el corto número de víctimas respecto al de viajeros, cuando porque, careciéndose entonces de poblaciones y aún de vecinos en el largo transcurso de
muchas leguas, y escasa por consiguiente la política rural, y los agentes de seguridad pública en tan dilatados desiertos,
podían a mansalva acampar cuadrillas de salteadores para perpetrar impunemente los más atroces crímenes.
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