EL NIÑO Y LA VIRGEN
Eran las 2 de la madrugada del 4 de Septiembre de 1888 y el pintoresco Puerto de Isabela de Sagua
comenzó a sentir las fuertes ráfagas del anunciado ciclón al cual muchos no habían
hecho caso a pesar de que las autoridades lo había advertido hasta la saciedad; un tren llevó a Sagua un grupo de familias
y por las fuertes ráfagas se volcó cerca del alambique, un segundo tren no regresó debido a oposición de los isabelinos que
se negaban a abandonar su querido hogar y las trágicas consecuencias no se hicieron
esperar.A las 9 de la mañana del día siguiente ya quedaban muy pocos edifificios en pie y habían ocurrido muchas desgracias
humanas, las madres aparecían por todas partes en macabra escena con su hijos abrazados, los cuerpos flotaban por todas partes.
Unas 500 personas que se
refugiaron en la Iglesia de Madera vieron con horror como las grandes puertas cedieron al poderoso meteoro a pesar del gran esfuerzo de los bomberos por mantetenerlas selladas.Los bellos edificios desaparecieron, la estación ferroviaria
llevada a ruina, el tren de Isabela volcado como un juguete, hundidos el Casino Español y de
Artesanos, y por todas las calles el siniestro silbido del monstruo arrastraba
zines, tablones, ladrillos y materiales que se estrellaban con contra las pocas estructutas que quedaban en pie.
El río se salió de su cauce y la Isabela comenzó a desaparecer
cuando sus aguas se unieron con las del mar. Aquello nunca antes lo habían visto los pobladores de la Boca de Sagua. Tristemente
decenas de las más conocidas familias isabelinas desaparecieron totalmente para siempre,
pero en una de ellas sucedió lo curioso y legendario que es el motivo principal de esta narración.
Se cuenta que entre tanto cadáver flotando por todas partes
la Comandancia de la Marina encontró a un niño de 8 años flotando vivo sobre una tabla
de salvación el cual, al ser rescatado les contó como una mujer bellísima
que flotaba sobre el mar con largo velo blanco, lo guío en sus propios brazos hacia la Aduana de Isabela de Sagua.
“Esta mujer era La Virgen del Carmen, la patrona de los isabelinos”
El niño llamado Juan Acosta fue adoptado y criado por el Comandante Don Manuel
de Dueñas y durante la primera mitad del siglo XX se le conoció como “Juan el Muerto” debido a su milagrosa salvación.A Don Juan se le conoció en Isabela como un verdadero lobo de mar conocedor profundo
e inteligente de sus grandes secretos y se le admiró y respetó por haberse convertido
en una especie de exégesis o versión de los náufragos de la Caridad del
Cobre o del mito mejicano de Juan Diego y la Virgen de Guadalupe en territorio
sagüero.
¿En qué se diferencia nuestro Juan el Muerto y su vida ejemplar
de otros videntes o testigos de la Inmaculada?.La Iglesia tomó muy buenas notas de este fascinante suceso pero después de la muerte de Don Juan a mediados de nuestro siglo XX, el férreo materialismo que ha invadido a nuestra sociedad, no ha permitido que
la nueva generación se entere de acontecimiento tan trascendental para sagüeros e isabelinos.
Nunca olviden las
leyendas pues la providencia las coloca dentro de cada capítulo de nuestra historia de forma casi imperceptible para que las
próximas generaciones las liberen de la didascálica botella por muchas razones esotéricas que no podemos comprender…