Ocurrió por los 1948 en Sagua La Grande.
La población estaba muy alterada pues un fantasma estaba recorriendo algunas noches el Mausoleo donde están enterrados
los Mártires de la Independencia del siglo XIX.
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Algunos vecinos afirmaban que era un hombre encapuchado de blanco, otros que era un muerto errante, y el revuelo
fue tal, que el suceso se publicó en la prensa local y nacional.
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Por tal motivo la policía de Sagua decidió establecer un puesto de vigilancia con el fín de atrapar al sujeto,
pero el primer vigilante no resistió el horror de encontrarse con un espectro y nunca entró en el parque para su registro.
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Con un nuevo vigilante, más valiente, bastó poco tiempo para que el fantasma apareciera de nuevo y este lo viera,
a eso de las 2 de la madrugada, el vigilante pudo ver una figura blanca que se acercaba y comenzó a disparar al aire gritándole
que se detuviera mientras corría detrás de él.
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Pero mientras esto hacían, se dieron cuenta que el fantasma tenía cuatro patas y nodos, como suponían.
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Detenidos ante lo bochornoso de su persecusión, comprendieron que se trataba de un caballo blanco.
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Después se supo que era propiedad de Hemenegildo el lechero que vivía en el Barrio La Gloria y lo dejaba allí
algunas noches para que pastara.
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La burla del pueblo duró largo tiempo pues la prensa lo daba como un caso auténtico de fenómeno espiritista,
se le sacaron coros y nunca faltó en los puntos guajiros en las controversias campesinas de la Villa del Undoso.