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Cuenta
la tradición popular que en 1855, durante los planes de construcción del progresista ferrocarril de Sagua La Grande, el Conde
Moré (Don José Eugenio Moré) le pidió con respeto y admiración a la Reina Isabel de España en una carta, que le permitiese
fabricar el piso de la Estación de Ferrocarril de Sagua La Grande con monedas (acabadar de acuñar) en cuyo anverso aparecía
el rostro de su majestad; buen pretexto para que fuera pisoteada por todo el humilde pueblo.
La reina, inmutable,
sin mucho análisis y estudio, contestó inmediatamente al conde en la lejana Cuba, aceptando la petición, pero agregándole,
que “todas las monedas debían ir de canto”.
Y así terminó el ingenioso plan, “por falta de fondos”,
del rico (¿y tacaño?) Conde Moré de la Villa del Undoso.